H A C E R C A M I N O

Muchas veces me he quedado con la luna a solas poniendo mis pensamientos en tiempos que fueron los mejores, recordaba que copiosamente llovía en una tarde de verano, en el lugar justo estaba sentada mirando soñadoramente el jardín en donde asomaban las rosas, brillantes, coloridas y juveniles. Ese instante me llenó de luz el alma y recordé una música que dulcemente escapaba de una quena que parecía tocada por ángeles. Se me cruzaron rostros, lugares, que ocuparon el espacio de lo inolvidable, de todo ese compendio de sensaciones que muchas veces vuelven para tocarnos la frente y hacer presencia cuando estamos solos. Pero el estar en soledad no es sentirnos triste, es llamar al pensamiento más lindo para que nos refresque el momento y nos abrace para purificar nuestro existir, para que sintamos que la vida es una oportunidad para hacer camino, para pensar que los atardeceres se visten de oro y púrpura y que es hermoso quedarse parada y contemplar lo magnífico que Dios ha creado. Y hemos llegado al punto que algunos escapan, a la fe, a creer en nosotros y luego hacer girar la mirada y contemplar lo que se nos ha dado gratuitamente y que debemos seguir creyendo en la paz, la dignidad y el amor por sobre todo para glorificar la existencia de la vida. No importan los años que pasan, la juventud se la lleva en el alma, es esa energía que no vemos pero que está y que nos reconforta en nuestro aliento. Todo tiene su principio y su fin, esa es la ley, para eso hemos venido, para dar y recibir, para llorar y reír, para amar infinitamente al mundo y su composición. Porque las rosas no son solamente las de aquel jardín, que tan bonitas y frescas eran, son las que siguen adornando nuestro existir en este mundo de ilusiones y realidades. Vos y yo tenemos mucho que contar por todas las cosas de la vida que pasaron y que otras se suceden porque el mandato es seguir el camino y siempre mirar hacia adelante con el entusiasmo plañidero de un día cualquiera y querido.