miércoles, 14 de septiembre de 2011

LAS VENTANAS SE VAN CERRANDO

Siempre digo que la vida nos aguarda con muchas sorpresas, unas buenas y otras malas, tristes o como la quieras llamar. El impacto del golpe se sintió, seco, amenazante, traicionero y terminante.
El murmullo se iba trepando cada ves más fuerte a medida que pasaban los segundos. Me llamaron desde la puerta, acudí presurosa y preguntando qué era lo que pasaba. Alguien respondió que el joven de al lado estaba herido en el pavimento. Cuando corrí al lugar varios de los vecinos se acercaban también. El joven se encontraba de bruces tendido sobre el pavimento. A su lado lloraba desesperada su esposa. La abracé fuertemente para contenerla y pedí un vaso de agua con azúcar a una vecina para expresar mi humilde ayuda. Miré al joven y me dije para mí, la fatalidad se refleja en esa sangre que perfila lamentablemente un futuro diagnóstico grave. No relataré quien tiene la culpa, si la moto o la camioneta. Lo que digo es que somos vulnerables y que en cualquier lugar nos encontramos que algo se opone a que sigamos nuestro camino. Parece que las ventanas se van cerrando y que la luz no llega lo suficiente para ese ser que solamente Dios es el que dirá la última palabra. Mientras tanto la espera se hace angustiosa y es desesperante para una mujer enamorada que clama a Dios un milagro, ese milagro que significa seguir amando a alguien en concreto.
Y todo esto me da lugar a recordar lo que uno amó ayer, de todas las personas queridas que perdimos y que vuelven a uno en forma de recuerdos. Sus corazones siguen latiendo en algún lugar imaginario, pero no tangible, por eso no queremos a la muerte y menos lo que ha de existir como un vegetal. Quién pudiera prevenirnos de ella, dónde y para qué?
Pero no está todo perdido, aún reverdece la esperanza.
Lamentablemente su corazón no late más, ha dejado a su esposa y a su pequeño de tres meses.
La juventud quedó eternamente suspendida y el recuerdo es ahora la marca que quedará en el corazón de los que lo amaron.

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