miércoles, 24 de octubre de 2012



                                            HOMENAJE A UN VIEJO ÁRBOL

Algunas veces repaso los poemas que escribí hace tiempo. Es una manera de sentir emociones viejas, lindos momentos que uno ha vivido sintiendo que se sigue buscando el camino de la vida activa, alegre o nostalgiosa, pero al fin sentimos que debemos seguir creando freses, palabras que lleven a comentar cosas concretas. Un día me inspiré en la importancia de un viejo árbol. Está bellamente parado en la vera de una avenida, ahí mismo en donde se pasa, en la vereda. Si te paras y lo contemplas con ojos de amiga, te darás cuenta que es enorme y que en sus ramas alberga muchos pájaros los cuales al pasar los escuchas susurrar, como si estuviesen afanados en asuntos familiares. Ellos no gritan en sus hogares, más bien cantan y saltan buscando algo como si estuviesen trabajando. Seguramente limpian sus nidos o buscan alimento para sus pichones. Al árbol le gusta que lo sientan útil, que por viejo no ha claudicado al servir de apoyo y al ser generoso cuando le crecieron sus ramas como brazos. Y la sombra que regala, esa sombra muy grande que se extiende y que protege a los personas, a las casa vecinas. El es amado por los humanos que lo veneran hablando con cariño del gran árbol amigo, del anciano enorme que debe ver conocido muchas generaciones, y que de niños seguramente se columpiaron en sus ramas. Cuanta historia de éste árbol, de este ser inmobible que nos vela de noche y de día, que apunta con su belleza para hacer más hermosa la vida de los que lo aman. Quizá mucho antes que yo nazca ya estabas luciéndote como ser hermoso por Dios creado. Te amo señor árbol.

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